domingo, enero 18, 2009

Así Están las Cosas en Este Matrimonio Amor al 2.009


Cuando no se quiere “decir públicamente” una cualificación que admitiera o admitiese la profundidad de la disputa semántica por significar una situación al campo de la política o al campo de poder, en este caso al escenario político, como así también confirmar la amplitud de los actores, los rangos, las posiciones, posicionamientos que se la están jugando por diseñar ese “nuevo” trazado de cancha, se usa en Chile desde 1.990 en adelante, el concepto “complejo”.
En efecto, es un término ingresado por Edgard Morin al léxico de la ciencia y el desarrollo de un paradigma contemporáneo, precisamente para hablar del pensamiento desde coordenadas que admitan reordenamientos de formaciones culturales en los procesos de construcción y deconstrucción. Busca reunir elementos como crisis, crecimiento, conflicto, contradicción, transformación, dialéctica junto a los procesos de enacción a través de los cuales la humanidad en cualquier lugar del planeta, procura armarse un relato sobre su cotidiano para de ese modo, en lo cotidiano y particular, cada quién diariamente saque a pasear su identidad en el mundo y al mundo.
Lo complejo es entonces lo que designa el estado y camino de la élite de la Concertación luego que las directivas del PPD, del PS, y de la PDC a través de sus estructuras orgánicas hayan nominado a Eduardo Frei Ruiz- Tagle como su candidato presidencial sin abrirse a primarias o abriéndose a las mismas.
Varios son los aspectos de esta “des-composición” si se mira la articulación política llamada “Concertación” como una totalidad con sentido país que comienza a generar elementos particulares (liderazgos y ciudadanía) que no pueden ser tratados como partes de un sistema con consistencia, coherencia, cohesión y significancia proyectable en el tiempo.
De una parte, pareciera ser que la élite a través de sus mandatarios ha buscado proponer un ordenamiento unitario útil, pragmático, que permita al menos sacar a la ciudadanía del estado inerte de significados o de desorden o de pluralidad. Una propuesta con un candidato que enfrente precisamente lo complejo en cuanto a diversidad ciudadana emergente con los gobiernos de Ricardo Lagos E. y consolidada con M. Bachelet J y sus respectivos liderazgos. Al parecer, Zaldívar, Flores, Arrate, Navarro, Enríquez-Ominami, Tellier, Hirsch, Gómez constituyen opciones de liderazgo desde dentro y fuera de la Concertación, cuyas coordenadas de reproducción del “sentido armado o construido de la nomenclatura” que gobierna desde 1.990 han crecido en retroalimentación lo suficiente, como para no caber en la administración de lo que existe.
Es decir, todos juntos no caben en la torta y la torta se desarma, se abre y se vuelve a cerrar reduciendo el espacio de intercambio de posiciones y por lo mismo, ampliando las disputas por las mismas. Todo ello en el entendido que el imaginario del poder es un círculo de posiciones a distribuir con más o menos privilegios asociados a las mismas. En este contexto, el liderazgo de ordenamiento es más un dispositivo de control del desarme absoluto de lo que hay, que un verdadero liderazgo. Y cualquiera de los liderazgos que al día de hoy aparecen como fuera de la carrera presidencial, Insulza y Lagos, al parecer habrían significado matices más/menos, de la misma instalación del dispositivo de orden, mas que construcción del orden deseado.
Lo complejo aparece entonces por un parte en lo que hay que negociar encarnado a través de cada liderazgo mencionado, y no solamente en capacidad antropofágica sino en elegir y discernir lo posible de ser cooptado. Además, lo que no se resuelve desde lo que pasara a constituir el “núcleo duro” de la concertación en el poder político de la élite y su nomenclatura que buscará sacar provecho de haberse transformado en el muro de contención mientras estaba moviéndose la descomposición. Y también, aquello que permanecerá fuera cuanto daño pueda ser en su construcción de nuevo referente sobre todo hacia la izquierda.
En este último sentido, hacia la izquierda, es donde es posible ampliar complejidad si como se espera, la cultura política de las nuevas generaciones sea más progresista, liberal, con conciencia ecológica y estatista en el sentido de privilegiar al Estado como protector y garante distributivo, y menos individualista, consumidora y neoliberal. Hacia la izquierda socialista y progresista, cuyos nichos electorales posibles son el PPD y el PS porque además a ellos están asociadas las transformaciones sociales, y no necesariamente la estabilidad y la dinámica del acomodo político desde la oligarquía, el nepotismo y la defensa de las familias tributarias históricas.
Más allá de los liderazgos que puedan representar simbólicamente más reproducción familiar patrimonial oligárquico del poder político en Chile, es claro que el tejido social ha sido transformado, y un liderazgo desde arriba hoy día no le garantiza a esa cultura emergente recomponer el afecto y la pasión de la participación. El pragmatismo tiene aquello de la conveniencia de cuidar de los bienes y del capital adquirido en 20 años, pero no garantiza que tras el flash foto, tras el flash foto, pueda la ciudadanía abrir puentes comunicacionales que permitan aceptar la gerontocracia, la construcción cultural de la diferencia desde el género y “el estado del orden familiar patrimonial oligárquico de las posiciones políticas”.
Así el orden de las cosas, las interrogantes que enmarcaran este año nuestro proceso y posterior decisión a la hora de votar son ¿Cuál de todos los líderes, futuros seductores, puede garantizar el recambio y la ingeniería de la elite de la concertación? ¿Cuál de todos los posibles citados, en el imaginario colectivo puede contener los deseos de transformar el estado del discurso, del orden, del símbolo “Concertación” para encaminarnos hacia otra plataforma de participación, de cohesión y de inserción social coherente al bicentenario? ¿Cuáles son los rostros y cuerpos de ese ritual de atracción?