jueves, diciembre 24, 2009

Caminamos entre dos aguas por esto días, ¿a donde irán a dar nuestras confianzas a la hora de votar el 17 de enero del 2010?


Caminamos entre dos aguas por esto días, sin saber aún donde irán a dar nuestras confianzas a la hora de votar el 17 de enero del 2010. Desde el campo de la política, las formas que asume el quehacer y los comportamientos al interior del ordenamiento concertacionista, y posterior a las elecciones de diciembre, tiene dos formatos: uno que es el formato clásico convencional con olor antiguo régimen institucional de la cultura democrática que nos gobernara durante estos 20 años, y otro, desde el comando del candidato, con formato mas de movimiento social, de redefinición y definición de actores, también de escenario, con una impronta de cambio y de resignificación de la democracia. Uno con un rostro antiguo, duro, empoderado y parapetado en dos partidos políticos y sus dirigentes máximos: el PDC y el PS; y otro parapetado también en los Partidos, en los militantes del PPD, independientes abiertos, más progresistas cercanos al movimiento Nueva Mayoría que se aglutinara en torno a ME-O. Es evidente que los segundos aparecen más libertarios, más integradores, más cercanos. Y los primeros, se parecen a los que fueran otrora, allá por los noventa, los rostros de liderazgos Pinochetista al asumir el presidente Aylwin.

Curiosa forma que asume la destrucción de un referente y la emergencia de uno nuevo desde su misma piel. Parece la transformación que experimentan las serpientes. Un proceso necesario de vivir para renovarse pero cuyo término no podemos planificar con certeza y exactitud.

Por lo mismo no se sabe aún que rumbo tomaran esas fuerzas políticas nacidas y sostenidas de un mismo tronco. No se sabe si llegaran a generar en torno a su propio ordenamiento la suficiente masa crítica para mantener las cosas como están, o para cambiarlas. Estamos entonces transitando por la tensión que tiene como anclaje además la tan manoseada cuestión intergeneracional.

Tampoco sabemos aún y ese es el mayor problema que genera este proceso, en quien finalmente depositará el candidato su propia confianza de gobernabilidad sobre todo si como se sabe este es un régimen presidencialista.

En nuestra experiencia, este régimen presidencialista, al otro día de ser electo y contar los votos de la mayoría, el candidato ha decidido con quienes gobierna, quienes serán sus colaboradores más cercanos, quienes serán parte de su equipo de trabajo durante los cuatro años de su mandato. Y he aquí el conflicto de confianza entonces, porque no sabemos por quienes optara Eduardo Frei, o si en su gobierno, priorizara una línea de trabajo u otra: la de la conservación o la del cambio, la del continuismo o la de la transformación.

Demás esta decir, que mientras dure el proceso de campaña el candidato tenderá a reducir esa disonancia cognitiva y emocional que genera en los electores ambas construcciones de orden discursivo: la del continuismo a través de líderes como el presidente demócrata cristiano y el del partido socialista, y, aquellos voceros o voceras que logren articularse en torno a su comando.

Sin embargo, en esta reducción de la disonancia, también juega un rol importante el propio candidato y su historia política. Y en este sentido, la memoria no le juega a favor, le juega más en contra. En el pasado, su liderazgo fue ejercido más cercano a la forma parca, autoritaria, jerarquizada, mandona, del prototipo del pensamiento único y presidencialista con mentalidad generadora de vasallos, que, democratizadora, inclusiva, jovial, liberal y abierta a la formación de la ciudadanía.

Por todo aquello, estamos caminando entre dos aguas, por entre medio de ambigüedades y apostaremos a candidatos del pasado que no sabemos como se comportaran en el futuro. No sabemos si Frei va a instrumentalizar nuestro voto, y al día siguiente de ser electo, nos volverá la espalda porque para su mujer “somos todos unos rotos”. Y para él, somos un mal necesario para sus anhelos presidencialistas. La memoria nos dice que ya una vez actúo en nuestra contra, ¿Quién nos asegura que no lo hará de nuevo?

En esa disyuntiva al final de cuentas, el electorado que voto por ME-O, maltratado, minusvalorado, aún ninguneado, no tiene muchas alternativas de inserción y de apuesta más que a si mismo. Es cierto, que por cercanía apostamos a la representatividad generada desde el Comando. Pero en ese escenario, volvemos a plantearnos ¿Por cuánto tiempo? ¿Estamos en condiciones de firmarles otra vez un cheque en blanco? Bachelet lo prometió en campaña y no lo hizo, terminó instalando en el Ministerio del Interior a dos personeros que vienen desde el gobierno de Eduardo Frei Montalva y con ello las regiones conocieron el peso del centralismo y del parlamentarismo regional. Lagos también lo prometió en campaña, y tampoco lo hizo.

Caminamos como los trapecistas, por una cuerda, buscando un equilibrio precario con cada paso que damos y asegurando los pies…