lunes, diciembre 17, 2007

¿Aires de cambio? : Nunca tanto, y ni tanto ni tan poco…

Por estos días la opinión pública desde los partidos políticos pasando por los medios de comunicación discuten e insinúan los cambios y ajustes de gobernabilidad y de gobierno con el objetivo de enfrentar las próximas elecciones municipales y porque no decirlo, planificar las elecciones al parlamento y presidenciales suponiendo que a partir de marzo del 2.008 se acorta a la mitad del mandato de M. Bachelet la primera mujer Presidenta de Chile.
En este contexto, se sugieren criterios para la realización de los cambios asociados a lo que está en juego, por una parte, la evaluación de la alta dirección pública nominada por la Presidenta en lo que va de los dos años de cuatro que hacen su mandato, las tareas pendientes suponiendo que se ponderan las promesas y compromisos de campaña, y los intereses de postulación a candidaturas de elección popular desde los actuales funcionarios públicos. En este, sentido y de manera clara la Presidenta ha dado un plazo perentorio: diciembre 2.007 para la renuncia voluntaria de todo aquel o aquella que aspire desde su gobierno algún cargo de elección. Con lo cual se indica que el ajuste y cambios no serán de una sola vez, sino que comenzaran en diciembre y serán por partes. En diciembre saldrán los primeros o primeras por voluntad propia, en enero del 2.008 se harán las evaluaciones de esos cambios, y las evaluaciones de los cargos a nivel nacional y regional de lo que hay en relación a las tareas que vienen y relevantes a concretizar en el periodo que queda, en febrero es probable que se hagan algunos cambios aunque por las vacaciones se entiende que los mismos sean pocos, y definitivamente tal vez al finalizar marzo se terminará dicho proceso.
En este horizonte temporal, cabe formular los criterios políticos y sociales que están en juego en términos de cultura política para la realización de estos ajustes o cambios que bien pudieran consolidar la profundización democrática ciudadana del estilo bacheletista. En principio por cierto está la variable “género”. Aunque las mujeres en cuanto movimiento social consciente de su condición continuara apoyando políticamente a la Presidenta, esto no significa que como tal no esperen nuevamente ser sacrificadas en términos de equidad, cuotas de participación en función del encuadre general de gobernabilidad que destaca el propio femicidio simbólico.
Más allá, están los criterios de recambio generacional y el fin del juego de las sillitas musicales o de la repetición del plato, el cual mezclado con el anterior (género) tuvo un buen punto de partida, pero a mitad de camino fue combinado con un cierto nepotismo por una parte, lo cual ha venido a reforzar la oligarquía democrática ya existente, y por otro lado, un cierto agotamiento del engranaje o del “aceitamiento” de las sillitas que dio como resultado una “suerte de aceptación piola de la corruptela” , que sigue teniendo su piedra de tope a la propia gerontocracia concertacionista que aspira a heredar el capital simbólico y social a los de su propio linaje, más la idea de que un profesional (tecnocracia) sirve en cualquier puesto de gobierno si tiene una visión o proyecto político.
Lo anterior deslinda finalmente en el criterio que combina profesionalismo, en un cierto sentido tecnocracia, necesaria a la gobernabilidad, y visión ética política del servicio público presente y elaborada en la cultura democrática “concertacionista” si es que pudiera llamársele, la cual por cierto se percibe como agotada. Es decir, los funcionarios que otrora -desde 1.990 en adelante-, actuaban bajo un supuesto básico que era la instalación y propagación de una cultura democrática, en la actualidad se ven traspasados en su propio modelo debido al vaciamiento de contenidos ético políticos a corto plazo. Todo ello incluso en el entendido que el género sería el soporte y aporte ciudadano de la actual construcción del orden social. Es decir, el aporte de este gobierno a la concertación es/sería la conciencia de género, la cual en la actual coyuntura se asfixia en su deseo o pulsión de avance por un circuito de reproducción del poder político concertacionista que la fija y obliga a mantener operando el conservadurismo en los criterios de selección.
Y llegamos entonces al problema de fondo sobretodo concentrado en la Democracia Cristiana que como partido de gobierno manifiesta una dificultad para elaborar y aplicar estos criterios democratizadores, y al interior de la cual se manifiesta cierta resistencia a otorgar y respetar el presidencialismo. En efecto, durante los dos años de mandato de la presidenta Bachelet, su gobierno ha tenido que enfrentar dos crisis de dos partidos políticos importantes de un total de cuatro que forman la base de sustentación: el PPD y la DC. Ambas crisis han sido larvadas durante años y se corresponden con intereses, propuestas, proyectos e ideas de liderazgos diferenciales y puestos en conflicto terminal precisamente por una cuestión de delimitar un espacio, una posición y una influencia hacia fuera y hacia dentro del propio partido. Es decir, dado que no se puede crecer hacia fuera, hacia la ciudadanía que aumenta su desafección, entonces se genera antropofagia hacia dentro por fijar y defender propiedad sobre el capital generado.
En este escenario, la pregunta obvia es ¿Cómo zanjara la actual presidenta este dilema? Puede optar por reinstalar al pragmatismo de los viejos tercios y no avanzar en la configuración de la estructura diferencial semántica de género como formato radical de ruptura al conservadurismo y profundización en la equidad. Puede optar por mantener lo que tiene, dando algunas pinceladas que mantengan la tonalidad de lo que hay, generando más desafección, dispersión, falta de cohesión social y una ambigüedad en torno a la cultura ciudadana a la cual se aspira. Puede combinar lo que hay con alguna osadía que llame al desafío suponiendo que las decisiones en el plano de la economía y las finanzas están estabilizadas. Son pocas las combinaciones y por cierto tal vez antes del año nuevo y al finalizar marzo, la mandataria ya nos las habrá despejado. Sabremos como ella querrá pasar a la historia.

domingo, diciembre 02, 2007

El espectáculo de la otra farándula

Lo que esta sucediendo con los partidos políticos especialmente con los que conforman la Concertación mas allá del desencanto posmoderno era previsible aunque eso no quiere decir que por lo mismo no deje de ser triste y preocupante. Decir “alarmante” como sugiere Cortez Terzi en la Nación Dominical puede sonar demasiado fuerte para los augurios, pero realista.
Es posible también que la emoción de la tristeza sea parte de la experiencia del desencanto en su elaboración analítica, y lo preocupante como ánimo del electorado pueda ser por una parte en términos de paralización y por otra, como factor desvinculante de lo societal.
En este contexto y por tratarse de un referente histórico, la situación que experimenta la Democracia Cristiana emerge como el núcleo más duro de la problematicidad, porque aunque el discurso de Adolfo Záldivar, actor del conflicto puede aparecer en la actualidad como oportunista a secas y sin darle muchas vueltas en relación con la mesa directiva, genera ante la ciudadanía una distorsión en relación con la gobernabilidad a la cual ese mismo partido aspira. Distorsión que dicho sea de paso opera sobre la amnesia de la propia actuación histórica del actor principal. Por lo mismo, una división como la que se destaca en la opinión pública no hace sino que descentrar la base de confianza sea ella frágil o débil como es el caso porque se trata de una ofensa a la propia memoria pero en público. Adolfo Zaldivar se infringe así mismo una herida, como si con el corte quisiera instalar otra "matriz" de comprensión de su conducta política.
Es cierto que más factores influyen como la descomposición del sistema de relaciones de reproducción del campo a la política chilena, pero el otro punto es que por estar apagando el incendio no se generan ideas, acuerdos, política de las significaciones en perspectiva, en el horizonte. Y a cambio, se entrega un escenario de conflictividad que puede tener cierta racionalidad convocante y procedural por el pathos que se destila, pero que sin embargo por no tener sustento, profundidad, intersubjetividad cae al precipicio y no permite recuperar lo que en verdad interesa: construir disciplina pero no con pies de barro, sinceramiento pero no a cuchilladas, erradicación de prácticas de corruptela asociadas a la pitutocracia pero no acusaciones a la bolea.
En este contexto, lo que ocurrió en el PPD tampoco es un detalle aunque es necesario señalar que no se trata aquí de un conflicto con la historia, sino de un conflito al interior del carácter instrumental moderno (ómnibus) que caracteriza a esta institucionalidad. Y lo que sigue desgranándose en relación con la escisión que articula Chile Primero tiene elementos culturales y de asertividad complejos, y por lo mismo interesantes de digerir como formato de toma de decisiones y efectos de paralaje ético - político que al parecer tocan incluso a Renovación Nacional en los ejes de regionalización, descentralización, y transversalización de estos asuntos públicos reiteradamente a la política en general. Es decir, son temas – país que cobran significación para la ciudadanía, pero que a fuerza de torcerle el camino a la democracia, la oligarquía constituida que nos gobierna bajo el sistema binominal los ha postergado para su propia conveniencia.
Así las cosas, la cohesión termina siendo desafecto, presión y conflicto, la posibilidad de generar un nuevo contrato social denuncia “ruidos” por arriba porque las desafiliaciones generan dolor, separaciones costosas y onerosas, pérdidas de articulación en capital social. Sobretodo mirado con perspectiva histórica, las piedras en el zapato terminaron transformándose en callosidad por no haberlas retirado a tiempo. Esto es como decir, que los conflictos cuando no se resuelven generan daños irreparables. Finalmente, no solamente el Partido Democratacristiano o el Partido por la democracia pierden potencia y confiabilidad como tal en términos de oferta de presente y futuro, sino que esto se traspasa a la Concertación y al gobierno. Es decir, si en un momento se decía por la medición de encuestas, que se estaría subsidiando al gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, ahora tal vez se de el efecto contrario. Esto es que el gobierno termine pagando los costos de la descomposición y el desencanto posmoderno de parte de la ciudadanía en la política y los políticos
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