domingo, julio 18, 2010

Sobre la Pobreza en Chile: en el año del Bicentenario



La entrega de la información sobre el alza del nivel de pobreza que ha entregado el gobierno en los últimos días, ha generado una discusión en la elite política errónea y desviando el foco de atención de lo que debiera ser una evaluación conducente hacia la democratización del conocimiento social y de re ingeniería y por lo mismo satisfactoria, eficiente, gatilladora de una intención hacia el desarrollo.
Entrampada y cautiva en el marco político “populista” que el oficialismo quiso darle a los datos de la CASEN, haciendo responsable de la situación a la otrora administración concertacionista, específicamente al gobierno M. Bachellet, en efecto, no se revisan ni se permite observar otros elementos que de verdad interesan redimensionar si lo que se quiere, no es solamente medir la pobreza, sino evaluar las políticas públicas que se ejecutaron para ello, así como, el rol que les compete a los científicos y tecnócratas en el diseño, la gerencia, la implementación de las mismas. En el marco además de lo que ha sido el ordenamiento mundial dado el contexto de globalización, en el periodo in comento.
Observando el escenario de los institucionalizados de la política chilena ante los medios de comunicación de masas, es decir, ante la Opinión Pública al parecer de lo que se trata es de comenzar con las acusaciones de parte del oficialismo y continuar con las defensas de parte de la concertación, las cuales lo más probable duren hasta la celebración del mes de la patria tapando de paso los dos temas centrales sobre los cuales si el gobierno pretende, con apoyo de la concertación, instalar “la mordida” que falta, a saber: educación y salud.
Dicha así la realidad, la pobreza entonces pasa por el ordenamiento social del discurso, de las propuestas y de los proyectos nacionales lo cual muestra que hacia el Bicentenario, estaremos celebrando una reconstrucción de ciudades que no existen por daños intangibles al patrimonio producto del terremoto y maremoto, y el alza de la pobreza con una ciudadanía que entre tanto jolgorio y demagogia comenzara a perder la paciencia dado que la credibilidad en sus autoridades la perdió hace tiempo.
En este diseño del juego de la política local que tiende afianzarse, lo que se sale del tablero es precisamente la pregunta por la pobreza no en su sentido de medición cuantitativa, sino, en el sentido de interrogarse por el lugar que la ciencia y la tecnología pueden llegar a tener al servicio de su disminución. En palabras de Sen ¿Cómo expandir las libertades hacia el desarrollo para superar la pobreza?, ¿cuáles serían a partir de aquí las herramientas ciudadanas que en términos de políticas públicas puedan construirse para ese fin u objetivo?, ¿Cuáles son los agentes que deben ser intencionados hacia esa meta?
Lo que muestran los datos, es que sin la ciudadanía considerada pobre, sin su participación, sin su motivación, Chile no cruzara la línea del subdesarrollo. Y si de algo sirven los datos es para mostrarles a los moros y cristianos de la política que, los agentes sociales no son con exclusividad los tecnócratas, técnicos, ni científicos que diseñan las políticas sociales desde palacio o desde sus respectivos palacios. Ni los que las evacuan desde los mandos medios de los respectivos gobiernos o las gerencian. Ya durante la gestión de Lagos, se discutía la pobreza dura y claramente se reconocía que no existían vehículos que desde las política públicas permitieran integrar a ese 13%. Para ese entonces, se acuño la terminología conceptual de Durkheim como necesaria al momento político, a saber, integración y cohesión social. Sin embargo, nuevamente los datos duros del aumento hacia el 15% indican que esa dureza tendió a consolidarse bajo un escenario mundial adverso de crisis bajo el gobierno de M. Bachellet.
En este horizonte entonces, la revisión y evaluación de las políticas públicas evacuadas debería recuperar e incluir matices de “democratización” del conocimiento y de la tecnología de acuerdo a lo dimensionado por Arocena y Sutz. Todo ello si se piensa que la política pública es un artefacto de innovación científico tecnológico que debiera elaborarse considerando un enfoque sistémico, y no puramente cognitivo de ciencia aplicada, o artefactual instrumental de uso sin conciencia ni participación ciudadana como ha sido generada y evacuada hasta ahora por los diferentes gobiernos del tinte que sea.
Si algo muestra esa pobreza dura que aparece en los datos es que como “conocimiento a ser modificado” se resiste a una intervención “desde fuera”. Es decir, desde un Estado que busca colocarla como “objeto de políticas asistenciales”, en una relación social “neutra” y no “integradora”. En este sentido, el propio concepto de integración puede estar presentando sesgos de discriminación en la relación social. Y, finalmente en este sentido, lo anterior no permite construir conocimiento social de la pobreza, sino que desde el modelo interventor que se aplica se busca aislarla lo que al final se reduce en que se la deja tal como está, en un marco delimitado, como si se tratara de un objeto de conocimiento imparcial.
Entonces lo que tenemos a estas alturas es una secuencia de problemas asociados entre sí y que pasan más bien por la semántica existente en el laboratorio de las políticas públicas y que dice relación con el enfoque que se tiene de dichos dispositivos al momento de generarlos, al momento de evacuarlos, y al momento de gestionarlos e implementarlos. Es decir, se trata de científicos, profesionales, técnicos que las han generado y producido, que las generaran y producirán.
En este espacio del saber científico, tecnológico y político, en este laboratorio humano al fin y al cabo, la pregunta es: En un contexto de democracia ¿qué rol y función en cada una de las secuencias de la producción de ese conocimiento y saber tuvo en el pasado y le compete en el presente precisamente al actor o agente pobre y al orden de la pobreza?
Más que discutir sobre las responsabilidades para sacar dividendos políticos, lo que se debiera medir es el carácter ciudadano, de participación y de democratización que implican las políticas públicas. Es decir, hasta que nivel se necesita profundizar la democracia para romper esa pobreza dura al cual al parecer no le basta con las migajas de un Estado Caritativo.