domingo, julio 12, 2009

A la caza de ese otro/otra Light Lechuga elector/a Emergente


Hay dos ideas políticas rondando la opinión pública que se construye en torno a las elecciones presidenciales, que juntas tienen sentido, en relación a como buscará definirse el voto por una parte, y a como debieran estructurarse las campañas de los tres principales candidatos por otra en lo que queda de tiempo de carrera.
En efecto, la primera es planteada en la Tercera Dominical por Patricio Navia y se refiere al rol de las clases media en esta elección, la cual dicho sea de paso debiera, en el detalle, precisamente llevarnos no solamente a realizar una radiografía actualizada de la inserción en la distribución de la misma, sino, a la detección del cambio cultural y a su actual morfología, lo cual lleva, a poner en cuestión la segunda idea planteada por Ernesto Águila en La Nación Dominical, a saber que, es probable que quienes voten desde los sectores medios bajos, medios-medios y bajos propiamente tal, no lo hagan desde una cultura política dura o si se prefiere desde una ideología, muchos menos, solicitándole a los candidatos que la posean y hagan uso de la misma para sopesar y calibrar su decisión.
En efecto, Ernesto Águila sugiere que la candidatura de Marco Enríquez Ominami experimenta el dilema del prisionero dado que al parecer no define elementos duros en su programa de gobierno, y que al hacerlo, toma elementos que lo acercan al comportamiento de la derecha económica y elementos que lo acercan a la izquierda humanista y ecológica indistintamente sea para re definir el rol del Estado, los empresarios y la ciudadanía en general, más allá de una definición de clase, o sin considerar el conflicto de clases en el escenario. Por cierto, todo lo anterior supone una cultura política definida y presente en los electores, los cuales en términos de actores sociales, demandarían este posicionamiento del candidato.
En otro sentido, pero que se relaciona con lo anterior, Patricio Navia aclara el rol que los actores de clases medias tendrán en estas elecciones. Basado exclusivamente en el consumo, y la movilidad social ascendente que han experimentado las: clases bajas y pobres hacia la clase media baja y media media en el país en estos últimos 20 años, sostiene con verosimilitud, que estas han aumentado demográficamente, y que serán las que definirán el voto. Es decir, no será como en otras oportunidades advierte, los sectores populares los que definan el voto, sino estos actores emergentes en función de: la oferta de consolidación, aspiracional e integración a la dirigencia o élite de gobierno, las que decidan el presidenciable.
Juntando ambas ideas, se puede hacer la siguiente propuesta, quién de los candidatos logre de mejor manera identificarse con esa clase media, con sus ideas de bienestar, con sus ideas de progreso, será el electo. Quien de mejor manera logre impregnarse de esa sensibilidad aún no del todo consolidada como cultura, y emergente de estos últimos 40 años en el país, será quien logré su adhesión. Y al parecer, esa clase media emergente, no tiene necesariamente una idea “históricamente” definida que le cierre a priori oportunidades de innovación, de inserción, de integración, etc., como demanda Águila. Es probable que estas clases medias sean desconocidas y hubiera que indagar en torno a su visión del medio ambiente, incluso en torno a los consensos éticos ciudadanos de convivencia más allá del politeísmo o monismo moral, dado que bien pueden ser actores transversales como queda manifiesto frente al uso de la píldora del día después, al aborto terapéutico, a la ley de uniones homosexuales, etc. También queda de manifiesto en temas de rechazo como la corrupción presente en las diferentes instancias y poderes del Estado, la opinión sobre la élite de los partidos políticos, el distanciamiento de la Iglesia Católica, etc.
En este contexto, sería conveniente comenzar a plantearse la pregunta acerca de ¿Cuál es el estilo de vida de esta clase media? En el entendido que esta clase media surge al alero del mercado, es joven en inserción en este estrato, y tiene un nicho cultural indefinido aún políticamente hablando. Sería conveniente indagar entonces sobre sus aspiraciones en materia educacional, dado que como es sabido desde hace ya 40 años, desde la privatización el nivel de la misma en términos de cobertura ha ido en aumento.
También es conveniente indagar sobre sus niveles de desarrollo espiritual, más allá de la tradicional instalación de las religiones católicas, cristianas, evangélicas en general. Es probable que tengan hábitos alimenticios, de entretención diferenciales.
Chile ha cambiado en múltiples factores, los nuevos ricos de hoy, no son los mismos ricos de familias oligarcas de hace 100 o 50 años atrás. Si bien es cierto se mantienen los mismos grupos de familias oligárquicas en el mundo económico y político, hay un porcentaje de ellos que ha cambiado, aspira ha consolidarse y/o aspira a democratizar las redes sociales que permiten acceder a la gobernabilidad. En este sentido, es conveniente detectar las diferencias regionales en relación con el centro metropolitano ya que lo que antes, es decir en 1.990 se aceptaba como un padrón de comportamiento a copiar o a seguir, hoy por la globalización y la Internet, por efecto de la necesidad de diferenciación, simplemente no se sigue ni se acepta y se pone la reivindicación de lo propio como lo prioritario.
Así las cosas, la lealtad a la concertación, o a la alianza, a la derecha o a la izquierda, parecen ser variables “de ética política” que no serán leídas de manera rígida o desde un solo ángulo. No será tan fácil definir y convencer a un/una elector/a opinante, lector de su propia realidad, sin anteojeras y tal vez algo light-lechuga, consumidor de farándula propia y ajena del futbol
o de la televisión. Esto es como decir que todos y todas están construyendo su propio paralaje.