domingo, junio 03, 2007

De la Imagen Fotográfica al discurso Presidencial del 21 de Mayo

La escritura requiere como otras actividades humanas de una motivación a la base que supone de algún modo el intento mínimo de transformar el mundo de alguien aunque como Narciso sea ni más ni menos que el propio.
La escritura que da cuenta de una opinión o reflexión política del mundo en este caso nacional o comunal más que ordenar datos y editar posiciones supone armar una posibilidad de subvertir coordenadas de interpretación. Y por cierto nada más lúcido, más exorbitante, excitante y glamoroso que redimirse y entregarse a la donación de significados.
La escritura por muy crítica y ácida que resulte tiene la intención de producir el desencuadre, el desencaje, el descentramiento, y por sobretodo, el propio, cuando no hay lector o lectora a la vista. Por eso mismo, más allá de la hermosa desnudez de la cuarentona Bolocco cautiva de su propia imagen y de la imponente discursividad política presidencial del 21 de mayo, cautiva de la pragmática: no hay escritura.
Y no hay escritura porque o salta a la vista la perplejidad, o la contemplación, o la saturación, o el espesor de la expresión de las diferencias sexuales bajo el dominante simbólico masculino, o todas esas formas del ánimo juntas, cuando lo que se busca es precisamente proponer una lectura para el estado de cosas vigente o imperante.
Lo cierto es que no hay escritura que coyunturalmente pueda hacer de soporte para armar el hilo conductor entre la praxis y la palabra, porque en el escenario no hay movimiento, no hay transformación, no hay acción. Ni siquiera la propia. Por cierto Bolocco y Bachelet monopolizan la opinión pública en una versión androcéntrica de reproducción, claro está.
Tal cual como lo propusiera Norbert Lechner, de algún modo la escritura busca aportar a la construcción de un orden social y político deseado y posible, en la tensión de la pulsión transferida y en transferencia. Sin embargo, cuando la referencia de la escritura en este ámbito tiene por horizonte obligado: la imposibilidad, la visión anticipada de la derrota, la reiteración de la escena plutocrática inequitativa, en un juego voraz de simulación ininterrumpida, donde la instalación del engaño bajo el flash - click - flash - click del encantamiento seductor fotográfico busca aletargar una y otra vez a la ciudadanía, entonces, es que el cuerpo de la otrora reina de esta cuarentona belleza es un símil de la larga y angosta faja de tierra. Y por cierto la exposición de su desnudez, un icono insospechado de realización libertaria bajo una estruendosa carcajada como de goleada en el Estadio Nacional. Expresión y expansión maravillosa de un cuerpo sexuado femenino liberado en tierras extranjeras por un hombre cualquiera, fácil de olvidar, y para el que por cierto no se necesita ni se necesitara memoria.
A diferencia y solo a distancia, cuando la referencia de la escritura se debe enmarcar en la pompa del cuerpo presidencial sexuado mujer que a su vez busca mostrar la potencia de un meta-relato narrativo en medio de la reiterada negación androcéntrica, patriarcal y machista ocurre la habituación, la saturación. Entonces, la búsqueda de significación sucumbe ante la inminente instalación histérica y frenética por constituir un simbólico que a modo de paradoja cada día se desabastece, se vacía y deja hacer al saqueo. Se trata de un cuerpo cautivo y cruzado a la administración por el tráfico de capitales de las familias oligárquicas mandarinas.
En efecto, es tal la disparidad y el disparate que se da entre un referente y otro como medidas en la opinión pública: ambos cruzados por la fetichización de los poderes que representan, que se anestesian las sinapsis. Ambos modelos dejan extática, paralizada. Se profundiza entonces la incredulidad y el sarcasmo, el humor negro o amarillo para hablar de aquello, al punto de comenzar a reconocer en el resentimiento social un motor posible de ordenamiento de la escritura crítica. En ese horizonte momentáneo entonces está el silencio como significante de la caída o la risa como gesto improvisado. En la ante sala, todavía un pudor raro como de psicoanálisis ante lo impúdico del robo, del hurto, del asalto a mano armada, del chantaje organizado de la burguesía oligárquica machista y “democrática” que nos toca en suerte padecer.

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