lunes, junio 12, 2006

Clave en DO

Lilian Letelier

Se comienza a evaluar los 100 días de Michelle Bachelet en el gobierno y la opinión pública pone énfasis en su gestión, en su forma de liderar procesos y en los 100 días de su equipo de gobierno a nivel nacional que también debería ser una evaluación regional post crisis y emergencia del movimiento de los estudiantes secundarios que en 15 días consiguieron colocar en jaque al último negocio "no" redondo: el de la educación chilena.
En efecto, este movimiento social y su instalación en el escenario social sin proponérselo tal vez, lo que vino a despejar fue precisamente el desnivel de los liderazgos y de las formas de ejercerlos al interior del gobierno a toda escala y antes de los 100 días. Se podría decir que por aquí hizo agua el vote.
Acostumbrada la ciudadanía claro está, a una forma jerárquica paternalista, personalista autoritaria, controladora masculina del ejercicio del poder político presidencial, daba para pensar, que la simbolización y el ejercicio desde un empoderamiento sexuado femenino, impondría una construcción cultural innovadora al propio género signado mujer. Incluso la aceptación de la innovación en términos de equidad, paridad y recambios generacionales en las nominaciones de los puestos de gobierno fue evaluada, al inicio, precisamente como una oportunidad, un desafío y una muestra de esa diferencia.
A poco andar sin embargo, la institucionalización del poder político reflejada en la forma de responder al movimiento social de los secundarios muestra la desproporción en el trabajo de equipo. Ya se había expuesto de cara a la ley de subcontratación, las relaciones con Bolivia, solo por citar las más obvias. Es decir, ya no se observa una homogeneidad, ni una consistencia, en términos de cultura política extendida al quehacer, a la actividad, a la praxis, de gobernar en función de un proyecto ni una agenda, ni un liderazgo. Una sintonía de todos y todas los integrantes del equipo en torno a un Chile por hacer. Y si se observa, el desfase entre los que trabajan en equipo o grupo porque parecen tener un proyecto país, los que están aprendiendo a trabajar en ese equipo, y los que claramente están por trabajar solos o solas y comenzar a sumar para su molino o ego, conforme están acostumbrados por disciplina de aprendizaje.
La Presidenta por cierto ha intentado imprimirle a su gobierno y colaboradores un ritmo de trabajo conforme ciertas pautas que ya comienzan a instalarse en las formas antiguas de ejercer el poder en el Estado y conforme su propia forma de ejercer liderazgo no improvisada de ego. Y de este híbrido, sin una elaboración a fondo de las pautas y criterios de modernización del Estado, ni de su cultura de trabajo, salta a la vista que poco se puede esperar. Más bien, a las pautas antiguas de control de cada ministerio y distrito como si fuera un feudo partidario y señorial, vienen a sumarse la lucha por la visibilidad de la gestión particular, y la urgencia hasta la histeria por imprimirle un sello y una característica propia, original, que en 100 días o en 3 años y medio años, levante al que corresponda como líder popular con respaldo ciudadano.
En efecto, un remezón que obligue al cuerpo legislativo, al aparato de gobierno en general al interior de la propia concertación a cambiar ese ritmo, ese estilo medieval, y a dejar de mirarse el ombligo a través de sus parcelas ya reconstituidas desde marzo no se deshace ni se rehace de la noche a la mañana. Y en eso la Presidenta con todo respeto se descuidó. Una nomenclatura de 15 años en el poder nacional y regional sobretodo cuando se trabaja con las herencias de las mismas, requería para salir en la largada corriendo, y no trotando, de un diseño y de un entrenamiento de su personal sobre la base de una “redefinición sustancial” de lo que se entendería al interior de la concertación, por Servicio Público porque precisamente, es esta noción la que está vaciada de contenidos en términos de cultura política democrática
Y a estas alturas ¿Qué se puede hacer? Un cambio de gabinete a nivel nacional no resuelve las desprolijidades que se cometieron a nivel de las regiones, ni los desajustes en las designaciones de los mandos medios como direcciones de servicio y otras que a estas alturas ya están definiendo candidaturas a concejales, a alcaldes y repartiéndose el animal de aquí a 3 años y medio más porque ya vienen de vuelta del gobierno de M. Bachelet. Lastima pero: “pasó la vieja o la gordi” en jerga juvenil, y también genérica. Lo único que puede salvar la situación y al país de esta modorra que anquilosa es el control atento que pudiera existir de aquí en adelante de parte de los estudiantes secundarios, que precisamente por no estar aún absorbidos por la máquina laboral y sistémica pueden parar y hacer colapsar al menos por un tiempo este engranaje de hacer negocios redondos instalado por doquier.


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