domingo, junio 25, 2006

De Larraín y Coloma


Ambos vienen de la Universidad Católica, ambos fueron cercanos desde diferentes niveles de jerarquía a Jaime Guzman, que dicho sea de paso Dios lo tenga en su reino, protegido por la Virgen María, de Guadalupe o del Carmen. A estas alturas da la mismo.
Ambos son católicos. Y ambos, uno como alumno, ex presidente de la federación de estudiantes de la PUC, y otro en su cargo de vicerrector de dicha universidad, compartieron con el otrora profesor de la Escuela de Derecho durante los gloriosos años ochenta. Si, compartieron la política de gobierno al interior de dicha casa de estudios, y por cierto tal vez en Chacarillas, lo que sería la UDI: a saber, la Unión Democrática Independiente. Es decir, el Partido que junta, reúne y une a los “demócratas” “independientes”.
En ese contexto y no mediando línea alguna, conversaron sobre los planteamientos centrales de lo que sería la defensa de los Gremios, el seguimiento a la instalación de la Constitución del 80, la privatización de la Educación Superior Pública a través de los aranceles, el sistema de crédito, y lo impensado, el sistema bancario en la actualidad. “Derechamente” ya en 1.980 aplicaron el pago de mensualidades en las universidades que hoy forman el Consejo de rectores, ex - universidades de Chile, Técnica y Pontificias Católicas, más Concepción, es decir, en lo que fue el inicio de la privatización económica de la educación superior y de pos graduación.
Por allí, talvez en los pasillos o en el primer patio del Campus Oriente, o desde el segundo piso junto a la Virgen, o tal vez en las salas de reuniones de la Casa Central hoy casi transformada en salón de eventos, se fueron armando y cocinando estas amistades que hoy en el escenario político del 2.006, de cara a la conducción de la UDI fueron contrapuestas. Y las lógicas: política e histórica, ambas humanas en su dimensión de tiempo y espacio, no se deterioran cuando lo que está en juego es una estrategia, un proyecto político.
Coloma entendió, leyendo a Churchill (político, militar británico clave en la segunda Guerra Mundial) y De Gaulle (político, militar, católico, monárquico que tuvo como experiencias de vida, la primera y segunda guerra mundial, además de ser presidente francés), o sin ellos, que lo que la UDI andaba buscando es un presidente de partido que sea además, un potencial candidato presidencial homologable en patrimonio cultural, simbólico y económico no despreciable, al candidato de RN Sebastián Piñera, dado que J. Lavín ya no lo es por la Alianza según lo dejaran demostradas las últimas elecciones presidenciales del 2.005 y 2.006.
En el contexto nacional, la entrada en la presidencia del partido demócrata cristiano de la senadora Soledad Alvear, con pretensiones ocultas como todo político que se aprecie de tal, de ser la presidenciable por la Concertación, y la instalación de un nuevo presidente en RN que no tiene más pretensiones que cuidar el patrimonio cuando no hacerlo crecer, del dejado por S. Piñera, y por cierto, el semi-golpe interno de los alcaldes generacionalmente post Pinochet, hizo entender rápidamente a los así llamados coroneles, que en estos años venideros tienen que posicionar un liderazgo que: manteniendo lo conservador, tradicional, patrimonial, clásico mantenga el olor aristocrático que aún pueda limpiarlos del tufillo pinochetista, del tufillo populista y mediático gatillado por el candidato de RN y de la propia UDI, que despertó en el populacho esa comezón identitaria de “nuevo rico”, y que por cierto hay que detener no solamente por antiestética, sino por proporción y desmesura.
En efecto, aunque ambos militantes UDI son senadores por la región del Maule, uno por el Norte y otro por el Sur, no hay que mirar muy lejos en el horizonte como para darse cuenta, el peso político que desde la historia puede aportar uno y otro candidato a presidir el partido en términos de proyección nacional. Es una cuestión de pergaminos, de ancho del poncho, de los hombros y de las espaldas atribuibles, a la lógica dijo Coloma. Al Bien Común diría Aristóteles en la instalación del Justo Medio.
Curiosamente y teniendo como referentes a dos modelos militares y posteriormente políticos europeos, lo cierto es que el senador H. Larraín fue más discreto, menos díscolo, en su devoción por la Junta Militar y por el otrora general que el joven impulsivo estudiante de derecho J. A. Coloma. Fuera de ser cómplice del rector marino designado Sweet para que echara a un montón de protestantes - alumnos de la universidad, hacer caso omiso de las torturas y desapariciones, muerte de uno que otro que se paseaba por ahí; no se le puede cobrar más que su apego irrestricto a los valores conservadores clásicos de su linaje, hoy tan necesarios entre medio de tanta cazuela, vino tinto, empanada cursi y pije sushi, por no decir picante china de la cultura democrática. Y bueno, cuentas más o menos, pecadillos como los de este senador, son comparables a los de uno que otro democratacristiano ahora comprometido concertacionista.
Churchill no llegó a ser presidente, lo cual quiere decir que por ahora, J. A. Coloma más joven y menos aristocrático, igualmente senador, se contenta con seguir haciendo historia, de paso reconociendo y haciendo un gesto político que a la concertación y a la alianza se le está pasando por alto: ¿Qué tal si el pueblo electoral decide aristocratizarse en sus gustos?

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Lilian Letelier

Parafraseando la canción de Ricardo Arjona, la Concertación experimenta una crisis de sentido y de identidad en relación con la ciudadanía que bien pudiera arrastrarla a una fase terminal, aunque como ya ha sucedido otras veces, bien pudiera servir para hacerla emerger con nuevas fuerzas e ideas.
En efecto, en lo que va de su historia, a saber 16 años, cada vez que se ha generado un traspaso de mando desde Frei hasta Bachelet, se ha producido un momento de inflexión introspectivo dado el acomodo de las fuerzas políticas que, como en el caso de Lagos, llevó a algunos líderes de la misma como Adolfo Záldivar, y algunos cientistas sociales ha declararla técnicamente muerta. En esta ocasión y dada la experiencia de resurgimiento no se puede hacer una afirmación tajante al respecto, pero si señalar precisamente el momento de inflexión y proponer algunas razones que expliquen el porque de la situación.
En principio, efectivamente han surgido nuevos liderazgos en el Congreso, a nivel de los senadores y de los diputados que no solamente están marcados por la diferencia de edad en relación con los liderazgos tradicionales, sino también por una diferencia de estilo, de forma de ejercer e insertarse en la cultura política de la concertación. Si bien es cierto, está situación era previsible desde el momento en que se generaron dichas candidaturas como es el caso de G. Girardi, A. Navarro a nivel de los senadores por citar algunos y de M. Enriquez Ominami, A Sule, A. Escobar, F. Rossi a nivel de los diputados por citar otros, en cada caso la situación no se resuelve con pedir, ni tampoco de exigir que precisamente al posicionarse, perfilarse como líderes ciudadanos, cancelen aquella característica que los hizo acercarse a la “gente” y conseguir adhesión popular precisamente cuando ella es sentida. No se trata por tanto de “gustitos personales más o menos”.
Se trata más bien de procesos de diferenciación de la cultura política de la concertación que, estuvieron siendo mañosamente controlados desde el gobierno y de los partidos políticos durante años a los cuales no se los puede parar o detener cuando lo que está en juego en el fondo es otro punto. A saber el control cultural y político de la sucesión presidencial por parte de la Democracia Cristiana, y como esta se puede llevar a cabo de la mejor manera posible en el gobierno de M. Bachelet que necesita de la Unidad de todos. Es decir, desde otro punto de vista, como se vuelve a atrás, si lo que la ciudadanía quiere es seguir adelante en profundización de ciudadanía.
Se agrega a lo anterior, la instalación de los nuevos liderazgos al interior del propio ejecutivo, bajo el principio de la equidad y la paridad como es el caso de P. Veloso, R. Lagos Weber, C. Hardy por citar algunos rostros, al lado de figuras históricas como A. Foxley y Andrés Záldivar que son emblemáticos de los tiempos de transición a la democracia. Salta automáticamente la pregunta en relación a la compatibilidad, a los modos de trabajo y al perfilamiento por liderazgos en el tiempo. Son presentación de quiebres de los cuales la propia presidenta es una demostración.
Finalmente y como guinda de la torta de lo que ocurre al interior de la concertación, están por cierto los temas de la ciudadanía emergente. El más reciente es el de la educación, lo siguen el de la seguridad, el de la salud, el del alza de los combustibles. A nivel de las relaciones internacionales, la situación con nuestros vecinos y la necesidad de entablar nuevos tratos. Están también las cuestiones de definición de los futuros candidatos y candidaturas a concejales, alcaldes, diputados y senadores, que por una parte tensionan a nivel del municipio y regional, las bases electorales de cualquier partido en su intención de construir plataforma presidencial, y de otra parte, la definición del sistema binominal que sancionaría el lugar y la disputa en torno a la representación política también de todos los partidos, pero donde la Concertación tiene una dificultad en su vinculación con las demandas implícitas de la Democracia Cristiana.
Por lo mismo y tal como se puede apreciar, el cuadro de lo que hay que definir no se resuelve con una fotografía de almuerzo, ni con interpelaciones a la cordura, al cercenamiento del proceso de diferenciación ya en curso. Esta vez, lo que trae la marea tiene una profundidad que requiere de un proceso de reflexión mayor al interior de cada partido. Un proceso de introspección solitario… como la canción.

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