martes, julio 10, 2007

Se busca… ¿y a mí? ¡Que me registren!


El fallo en torno a la forma de ejercer su función de empresario por parte de la Superintendencia de Valores y Seguros hacia Sebastián Piñera interesa, si y solo sí, se analiza la cuestión de fondo que altera desde hace un tiempo al espacio civil, y vuelve por enésima vez la mirada hacia la élite política, sea de la Concertación o de la Alianza en la pregunta por el sentido y la significación de la experiencia moral. En otras palabras, se trata del delicado y cada vez más frágil vínculo que unifica ese saber consabido y comunicado que permite, desde cualquier posición, reflexionar sobre la presencia de Bien o Mal en la sociedad, y sobretodo observarlo para evaluarlo en su transitividad en aquellos que tienen por misión gobernar, liderar, conducir. Y, por cierto, “denunciar cierta deuda de ese ser” en lenguaje de H. Giannini, si el puente esta quebrado cuando de lo que hablamos es de grupo dirigencial y ciudadanía, o cortado si se trata de un hilo que ya no da para más.
No han querido llamarlo corrupción, no han aceptado ponerle un nombre a la seguidilla de hechos políticos de mayor o menor cuantía que se han detectado en déficit de Bien. Ejemplos: Mop- Gate, Efe, traspaso de industrias del Estado en los 80 a manos privadas, contaminación de ríos, lagos y mares por Celco y otras, situaciones “raras” en los accesos a dineros para investigación (Bunster Ex – Teiteilboim), Chile deportes, Pinocheques, Préstamos SAG, Becas Mideplan, Viviendas, Problemas de gestión mandos medios en Transantiago, dineros tránsfugas de proyectos pro empleo, con un etc., que enumera “casos” y “casos” ad infinitud en desproporción del justo medio, considerando los 15 millones de chilenos y chilenas que somos.
En efecto, la reflexión moral soterrada a la cual se asiste día a día da cuenta de la elaboración de una conciencia ciudadana que viene agitándose por la pérdida de dignidad que el proceso de recuperación de la democracia ha traído consigo. Esta viene siendo construida por dos generaciones: la de los padres y madres que lucharon por recuperarla e instalarla, y la de sus hijos, actuales estudiantes universitarios o profesionales primera generación.
En verdad, analizando junto a los jóvenes universitarios los textos de N. Lechner escritos en la década de los 80 que hablan sobre la construcción del orden democrático deseable desde el autoritarismo, y ya en esos años, sin sentido de futuro para el general; he podido constatar a partir de sus reflexiones que la actual democracia no los compromete, y no lo hace, porque la consideran corrupta, y la que podría comprometerlos, aquella que los interpelaría, los convocaría y por la cual se la jugarían, se da en el espacio de la moral cívica. Es decir, la actual democracia por la que lucharon sus padres en términos de salida de la dictadura y adquisición de derechos no es motivante porque ha devenido en una suerte de decadencia o descomposición. El proyecto individualista, mercantil y familiar lo perciben como asegurable en términos de oferta política sin necesidad de mediar la construcción comunitaria. El problema radica entonces en los círculos de corruptela que no les asegura la movilidad social ascendente y la inclusión por la cual han luchado sus padres, ni les asegura un desarrollo auto sustentable. Por ambos lados entonces, el sentido futuro de la democracia hacia agua.
Por otra parte, la lucha de la generación de sus padres en términos de contenidos morales para la democracia, pertenece al pasado, pertenece a la Concertación, y no necesitan de la misma más allá que observen el desencanto de sus padres por lo cual no se inscriben en los registros electorales. El eje autoritarismo versus democracia ha sucumbido como modelo moral de derechos, como ordenamiento social, como posicionamiento y como donador de identidades políticas.
La lectura que brota entonces desde el alma (aristotélica) es más bien una constatación dolorosa por la falta progresiva en el tiempo de dignidad, y la vulnerabilidad del camino a seguir porque la decadencia y descomposición de la democracia tiene que ver con su élite, con la ausencia de oxigenación, con la pérdida de referentes morales en todos los ordenes de la vida pública, con la ausencia de un reconocimiento por parte de la misma en relación a que el individualismo económico y financiero a minado las raíces de la Polis, y que tal vez sea esta nueva generación de jóvenes, la que viene del movimiento de los pingüinos, la única capaz de dar un giro a la rueda del Saber y del Poder para cambiar las coordenadas economicistas del establishment.
En ese sentido, como jóvenes, futuros profesionales y electores junto a sus padres, buscan al 2.010 un candidato o candidata presidencial que haga una oferta política más allá de la transparencia de la ofensa, de la deuda, o del déficit de Bien. SE trata de pasar de la transparencia de aquello a una oferta de la acción justa y restauradora. Aunque sea precisamente aquí donde radique el peligro neo populista.
Por de pronto, todos los candidatos y candidatas de la Concertación tienen dificultades para hacer una propuesta discursiva que considere una democracia moral. Y no porque la exigencia sea sentar la rigidez del valor y la persecución de la falta, si no porque en su mayoría son percibidos como silentes justificadores actuales de un orden moral decadente y en descomposición: justificadores de la pitutocracia de la familia, los parentescos, la oligarquía, con buenos y bonitos discursos, argumentos impresos en papelería fina. Lo que la gente percibe es que la elite de la Concertación enmascara la verdad moral de su administración, y por otro lado, la élite de la derecha aunque tiene varios candidatos y candidatas presidenciables que pueden hacer este discurso como Evelyn Matthei, Hernán Larraín, ya no Sebastián Piñera, les falta anclaje comunicacional, desarrollo expresivo de la empatía.
Así las cosas, no hay candidatos ni candidatas en competencia. Y la cuestión de la democracia moral como deseos transversales a la cultura política, se viene como demanda en estas elecciones con todo.

1 comentario:

El Oscar dijo...

Son muchos los políticos que llevan una vida empresarial paralela,por qué entonces el caso de Sebastián les molesta tanto?.Los Zaldívar están coludidos con poderosos grupos del área pesquera y legislan en favor de ellos y a nadie le extraña...Todo esto es una artimaña para impedir que Sebastián aglutine fuerzas en su campaña presidencial.En todo caso yo jamás votaría por él...