miércoles, diciembre 14, 2005

Primero entrará un camello por el ojo de una aguja, que un rico al reino de los cielos Lilian Letelier V.

A propósito de una discusión presente con mucha efervescencia en Chile sobre el significado atribuible al humanismo cristiano y en torno a si un empresario como Sebastián Piñera puede llegar a ser presidente de la república basta remitirse al título de esta opinión y sacar las propias consecuencias en honor a lo que dicta el corazón, la consciencia, la rectitud de ánimo y por cierto la sabiduría.
En efecto, algunos analistas políticos, algunos políticos y algunos periodistas mandatados por los dueños de los medios de comunicación en los últimos días están pretendiendo mostrarnos la concordancia entre “el tener dinero”, el ser capitalista” y “el hacer uso de ese dinero en beneficio de la adquisición de poder político”. Es más parecieran decirnos entre líneas que no es “bueno” para el debate, ni para la comunidad chilena mencionar, ni menos aún poner en discusión estas cuestiones porque con ello estaríamos descalificando a todos los empresarios y al esfuerzo que cada uno ha hecho por el bien de Chile y de los trabajadores.
Es decir, no habría que hacer mención al hecho que el actual candidato a la presidencia no es cualquier mediano, ni pequeño empresario, sino una de las mayores fortunas del país, no habría que denunciar en efecto que durante su campaña es evidente que se ha extralimitado en gastos de propaganda, en uso de su imagen en los medios de comunicación en su mayoría de Derecha, no habría que preguntarse sobre el origen y procedencia de su riqueza ni si está situación es trasparente para los trabajadores de sus empresas, ni para los trabajadores del país, ni si aquello tiene y tendrá algún efecto en las políticas sociales, en las relaciones y los derechos laborales, incluso en la consolidación de la pequeño y mediano empresa ante el avance monopólico y oligopólico del cual por cierto el candidato es un fiel representante. Todo ello que duda cabe pareciera ser que alimentaría una suerte de conflictividad social ya olvidada que nos remitiría a resucitar la antigua lucha de clases que tanto dolor nos ha traído. ¡Como si en ella no hubiera existido además ignominia, injusticia, dominación y tiranía!
Extraña por cierto que la opinión pública política quiera pasar amnésica y los medios de comunicación junto a los periodistas no abrán lo que más les gusta abrir: la boca, para al menos hacer preguntas sobre el significado de lo que está en juego. Más aún en sus orientaciones nos previenen que nos es bueno para la Candidata Michelle Bachelet hablar ni enfrentar estos hechos con sinceridad, con transparencia al pueblo. ¿Será que también están comprados?, ¿será que no quieren que los popularicos abran los ojos y vean el peligro mortal que significa para los trabajadores y la clase media que gane un hombre como Piñera? ¿Será que no quieren que veamos precisamente el aumento de la conflictividad social que tendremos antes de finalizar el año 2.006 porque Él no garantiza cohesión ni paz social que es lo que la Concertación ha dado todos estos años? Se han preguntado ¿Qué va a ser Piñera cuando tenga a los trabajadores de sus ex empresas en la calle? ¿Les va a regalar condones o les va a mandar la represión?
Más aún, lo insólito es que precisamente cuando la candidata firme y resuelta decide mostrarle al país el posicionamiento de su contendor, y para ello es bueno reiterar y recordar la máxima humanista cristiana: “primero entrara un camello por el ojo de una aguja, que un rico por el reino de los cielos”, es el propio candidato apoyado en su dinero, en sus recursos y en su bazofia populista el que descalifica la presencia o ausencia de carácter. El se autoproclama como el donador de la salud mental. El precisamente: el agresor, el descalificador, que esconde inseguridad, baja autoestima, debilidad y falta de caballerosidad. O sea, cada vez que a Sebastián Piñera le nombran su definición, le dicen lo que es: un capitalista, un gran empresario (por la riqueza) se enoja, se molesta y acusa a quien se lo dice de mentiroso, de falto de carácter, de falto de veracidad. Cabe preguntarse entonces ¿Cómo es la cosa?
¿Quién es el que no acepta la verdad?, ¿Quién es el que no acepta que le digan quien es? ¿Quién no acepta su historia económica y política?, ¿Quién no es consistente, ni coherente con sus actos?, ¿Quién no ha sido coherente con su pasado ético y ahora viene a vestir al humanismo cristiano con pinta de camello para ver si en una de esas lo pasa por el ojo de la aguja?
En efecto y dado el contexto, es necesario entonces afirmar con la fuerza de la diferencia que hay un sector político en este país que piensa que Sebastián Piñera no puede ser presidente de Chile porque es empresario y precisamente porque no se trata de cualquier empresario. Se trata de un empresario que posee una de las fortunas más grandes de Chile, que no ha aclarado la relación que tienen sus empresas con los trabajadores, que sigue haciendo uso de sus empresas para la consolidación política de la derecha política y económica. Y finalmente que si los gobiernos de la Concertación hasta ahora no han tenido mano firme con esta procedencia de los políticos, es el momento de hacerlo y sin temor como lo está haciendo Bachelet. Porque también es cierto: una cosa es profesar el ateismo humanista y desde allí fundar una ética social con el cristianismo, y otra cosa es ampararse camufladamente en el cristianismo para querer ahora la torta entera y más encima engañando a la ciudadanía. En efecto, es probable que esta situación y actitud comunicacionalmente no sea la más “trasversal”, pero no hay que olvidar que si estamos en ella, es precisamente por no haberla tratado a tiempo.
Por todo lo anterior la garantía de Chile, de los chilenos y chilenas en su mayoría trabajadores es M. Bachelet.

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