domingo, enero 01, 2006

Gobernabilidad para este Año Nuevo

Por estos días de campaña electoral se ha comenzado mucho a usar en las conversaciones el concepto de gobernabilidad y precisamente para poder medir quien de los dos candidatos la ofrece con mayor transparencia es necesario comprender y explicitar que significados trae asociados cuando se la menciona para precisamente poder evaluar y cada cual construir su juicio antes del voto. La gobernabilidad en un país se puede medir a través de varios factores de orden: económico, político, social y por cierto cultural. En efecto, se tienden a ensalzar las bondades de la gobernabilidad económica en conjunto con la política, esto indica que un buen presidente o presidenta será aquella capaz de mantener de una manera ordenada socialmente la legítima expresión de los diferentes intereses ciudadanos estratificados por clase o segmentos.
Es decir, la gobernabilidad se mide por la capacidad que el o la presidente tendrán de compatibilizar, armonizar los intereses de los grandes empresarios, con los medianos y pequeños empresarios, pero también con los trabajadores en general, que son los más, y que viven de un salario, sean estos trabajadores intelectuales o manuales porque todo ello genera y produce paz social a nivel nacional, y también dividendos internacionales que atrae a los empresarios y capitales extranjeros.
En la paz social no hay conflicto, ni desintegración, ni fragmentación, ni altos índices de anomia, ni caos producto de la sobre ponderación de los intereses de clase de un sector en desmedro de otros que son la mayoría. Y hay que pensar que en la paz social de estos años venideros habrá que encarar la cuestión de la desigualdad distributiva económica de los chilenos y chilenas. Por lo tanto la gobernabilidad tendrá que medirse en relación con cual de los candidatos garantiza y da confianza que hará mejor esta defensa en beneficio no de unos pocos sino de la mayoría.
Por lo mismo, un candidato que construye su liderazgo negando y encubriendo el sector de la sociedad que representa: los grandes empresarios, un líder que busca ocultar precisamente esta condición de clase y los intereses que desde allí se expresan, y a cambio busca posicionarse como independiente políticamente cuando la riqueza (capital) y precisamente la defensa de esos intereses son los que pueden llevarlo a hacer gobierno, no garantiza gobernabilidad porque se entiende que no hay allí veracidad, sinceridad, transparencia para asumir lo que se es por una parte, y por otra, no hay pacto posible con los otros sectores de la sociedad que necesitan no solamente ser protegidos de los intereses que este mismo defiende (el capital), sino ponerse en el lugar de los mismos en la legitima defensa de sus intereses. El líder en este caso desde el Estado no podrá cumplir su función de velar por los intereses y aspiraciones de todos y cada uno de los chilenos y chilenas porque está comprometido precisamente con aquello que es y que oculta ser y que se ha negado a sincerar. Y no hay independencia allí.
Pero hay más significados asociados a la gobernabilidad. Se trata de una gobernabilidad cultural que también tiene una traducción en el ámbito político y social. En verdad constituye un capital de los países y de los ciudadanos que viven en democracia no solamente la tolerancia, sino más que eso, el pluralismo. La tolerancia es todavía un valor cultural avaricioso, pequeño, egoísta de la vida cívica porque simplemente admite la presencia del otro, lo aguanta, pero no lo defiende, ni se ha vuelto compasivo, bondadoso al punto de aspirar y desear también el beneficio de ese otro en su propia aspiración, en su propio logro, en la expresión de su diferencia. El pluralismo en cambio es un valor de la vida democrática que por cierto los chilenos y chilenas hemos ganado en estos años. Hemos aprendido aceptar que somos diferentes en modos de vida, en costumbres, en expresiones comunicacionales, en ritos y que precisamente esa diferencia es un capital, es mas - valía que observan de Norte a Sur en nuestros rostros y cuerpos cuando vienen a visitarnos los viajeros desde el otro lado de la cordillera.
En efecto, somos diferentes en modos de construir pareja, en modos de construir familia, en edad, en credos: somos católicos, evangélicos, laicos, budistas, cristianos, agnósticos, panteístas, shamanistas, antroposóficos, seculares, etc. Somos diferentes en lo que comemos, en lo que bailamos, en los que nos produce placer y dolor. Nos vemos el tarot o la suerte. Vamos al psicólogo y al médico. Hablando el castellano y el chileno somos diferentes en el lenguaje que usamos para exteriorizar lo que nos sucede, inventamos a cada “rato” chilenismos que mezclan nuestras raíces étnicas para pedir “yapa” en Putu o en Talca. Y lo mejor es que nos hemos vuelto creativos en esto. Por eso, a esta diversidad ya no le tenemos miedo porque hemos aprendido a expresarla en democracia. Ya no necesitamos reprimir nuestras diferencias como antes, no necesitamos retroceder, necesitamos más bien darle más espacio para acogerlas y acunarlas.
Por lo mismo, un líder que va a ser presidente o presidenta de un país produce y genera gobernabilidad cuando se ha puesto en sintonía con estos cambios y trasformaciones de nuestra vida cotidiana. O cuando demuestra capacidad de ponerse en contacto con estas diferencias y es capaz de ampliarse en visión, en conocimiento global (local) para darles sentido y significación nacional generando integración y cohesión. No produciendo rechazo o represión. No produciendo maniqueísmo, satanización o retroceso cultural. Es al revés. Se trata de un líder o una líder que genera, traspasa y da a la ciudadanía: + autogobierno.


1 comentario:

Diego Arenas C. dijo...

Creo que entre la tolerancia y el pluralismo hay un valor fundamental que sobrelleva la ausencia de los dos, y es el respeto.

Saludos.


PS: Soy alumno de la Utal y me gustaría comunicarme con Ud., si pudiera publicar su correo, decirme donde encontrarlo o enviarme uno a darenasc@gmail.com se lo agradecería.