miércoles, julio 26, 2006

¿Hay democracias mejores que otras?

Lilian Letelier

De la extensa exposición de Francis Fukuyama el cientista político de raíces orientales pero norteamericano, liberal, “neo conservador” (¿ ?) y que estuviera en Santiago de Chile para hablar sobre las Democracias y los problemas que enfrenta desde una perspectiva comparada, universalista, y que incluye su instalación en áreas o países sin Estados Nacionales estables como Irak o países africanos, llama la atención, precisamente el énfasis que hace, por una parte, en la estabilidad institucional como garantía de las democracias “realmente existentes” a la fecha, y en la creación a partir de aquí, de instancias institucionales supranacionales estandarizadas racionalmente, para precisamente evaluar o demandar rendición de cuentas a las democracias consabidas.

De los ejemplos comparativos que dio, uno que me pareció notable fue el de los tiempos de Confucio (Kung-Fu-Tsu, 551 .479 a.de C) en la China feudal. Señaló que ya en esos tiempos y teniendo bajo su magistratura Zhongdu hizo crecer la burocracia institucional en materia de justicia, reformas y administración, por lo tanto hizo crecer indirectamente al gobierno imperial decadente en institucionalidad y por cierto cultura de gobierno, asunto que al compararse con algunos países latinoamericanos o Afganistán, Irak, e incluso África aún son inexistentes o increados. Por cierto, no es el caso de Chile que en la comparación gana en modernidad, es decir, en democracia aunque como Estados Unidos, o Francia, o Inglaterra, enfrenta el problema de la superación de la pobreza o de la inequidad en la distribución de los bienes, y someterse precisamente a estos criterios racionales de validación de la democracia en una especie de gobernabilidad democrática transversal.

En efecto, Fukuyama analiza cuatro aspectos que debe contener una democracia de las cuales Chile en relación con sus vecinos: Argentina, Bolivia, Perú esta más avanzado o si se prefiere estabilizado. En materia económica mantiene un orden respetando acuerdos comerciales, y en materia política no solamente las instituciones funcionan sino que hay estabilidad en los procesos regulares de elección y renovación de sus líderes. Sin embargo, donde está el talón de Aquiles de la democracia chilena según el juicio de este conspicuo analista, es precisamente en la participación de la distribución de los bienes no solamente económicos sino simbólicos y en la ampliación de la democracia participativa y su sometimiento a la evolución de pares según la racionalidad democrática institucionalizada a nivel internacional.

Esto es, el problema de Chile es que aunque su economía anda bien, es decir hay crecimiento, sigue manteniéndose la desigualdad distributiva, no hay chorreo, y los pobres siguen en su lugar. A ellos no les llega la democracia y si les llega conflictividad social. Tampoco hay un sistema educacional que garantice y asegure no solamente la inserción de los jóvenes “pobres” al mercado laboral, sino y dicho en términos liberales, no garantiza la competencia entre los mejores de estos para darles además un lugar social.

Es más, el sistema político democrático “binominal” no garantiza el derecho de las minorías a la participación monopolizando el poder político en una élite y un ethos mandarín que se mantiene desde 1.990 consolidando con ello el poder de las mayorías “concertación versus alianza” sin generar democracia participativa y ciudadana, ni buscar la integración de las minorías. Es decir, se trata de una democracia excluyente no solamente en términos económicos sino también políticos lo cual comienza a generar sospechas “internacionales” en términos de emergencia de formas de corrupción.

De lo anterior se desprende que Chile a los ojos de Fukuyama y según se lo informara al público empresarial tiene 3 tareas pendientes en materia de democracia: la pobreza, la educación y el cambio del sistema binominal para asegurar la renovación de las elites por una parte, y eliminar los síntomas de corrupción no solamente a nivel de gobierno sino a nivel de las relaciones empresariales y poder legislativo, relaciones empresariales y gobierno regional y nacional. No en vano cito a Confucio como reformador e instalador ya en el siglo quinto antes de Cristo de un saber político moral a nivel de la institucionalidad. Es decir, F. Fukuyama advirtió indirectamente que las democracias cuando no son participativas, cuando no generan cambios a nivel de integración social y económica de los marginados/pobres se vuelven impresentables por su indignidad etica. En otras palabras, Chile no avanza diciendo que es democrático si mantiene esos estándares de déficit educacional, estándares de déficit de distribución de riqueza, estándares de no integración de mujeres y jóvenes al mercado laboral. En efecto, las democracias además deben renovar a sus dirigentes porque de no hacerlo se arriesgan a generar relaciones o circuitos de poder político económico que se van corrompiendo en el uso y ejercicio del poder en general.

Después de todo aquello entonces ¿hay democracias mejores que otras? Pareciera ser que sí. Y precisamente “lo mejor” en términos de calidad es lo que estará en el futuro sometido a padrones internacionalizados conforme: niveles de participación de la ciudadanía, formas de participación, aplicación del principio de representatividad electoral, y practicas de gobierno.

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