lunes, enero 15, 2007

Rayado de Cancha II: el término del “uso posidetis”

Variadas siguen siendo las entradas o hilos conductores que comienzan a cruzarse en la conversación social sobre la ética, la moral y lo que debieran ser las buenas costumbres de las prácticas en política o en la vida de una polis democrática como dirían los atenienses. En efecto, en función de dirimir en torno a las redes de corruptela que alcanzan a la alta dirección pública, al cuerpo legislativo cuando desde el servicio público salen hacia el mundo empresarial, o al ejercicio no regulado del lobby o influencias del capital sobre materias de ley que han dado como ya se sabe en la “ideología de la corrupción” y, por cierto, a la discusión sobre el quehacer de los operadores políticos en la producción de redes de clientelismo; han surgido propuestas interesantes.
De entre ellas se destacan: legislar sobre la inscripción automática y la apertura del número de candidatos en cada una de las listas en las elecciones para que exista mayor competitividad y participación ciudadana en contra de la perpetuación de las oligarquías y del caudillismo al interior de los partidos, la regulación del tiempo (6 meses) en que un servidor público cualquiera sea la función desempeñada, debiera esperar antes de optar por la privatización, etc. Sin duda son todas formas que ciertamente ayudaran a abrir y oxigenar la democracia.
Sin embargo, un elemento cultural que ya ha sido sancionado estatutariamente al interior de algunos partidos de la Concertación, como es el caso del Partido Socialista, y que aún es proyecto de ley no sancionado en la Cámara de Diputados es el que dice relación con colocarle límites al principio del “uso posidetis”. Un límite que implica considerar con exclusividad dos mandatos o periodos por candidato electo. Esto querría decir que: un “electo” solamente puede ir una vez a la re elección, y al terminar el segundo periodo, que por cierto le da derecho a jubilación, no puede ir a una tercera re elección en ese cargo, en esa región, ni en otra en Chile. El fin del uso posidetis tendría efecto retroactivo, es decir, si comenzara a operar a partir de su legislación, debería incluir a lo menos los últimos dos mandatos o periodos en caso que el “electo” los tuviera: esto es, automáticamente debiera quedar fuera de re elección.
Como es de conocimiento público, en la actualidad, el principio de “uso posidetis” en el ámbito de la competencia electoral ha significado que aquellos candidatos que resultan ser electos en cualquier cargo que requiera adhesión popular, adquieren además para si el derecho de mantener ad infinitum ese cargo, y/o a elegir en ese cargo, a quien ellos estimen para sucederle. Esto traspasado al servicio público de gobierno en la concertación dio origen a la “nomenclatura” o a lo que se ha llamado también el “juego de las sillitas musicales”. En una suerte de traducción actual, el uso posidetis del que tiene mantiene, ha legitimado y permitido que senadores, diputados, alcaldes y concejales, mantengan un ejercicio político de 16 años, vayan a cumplir en un sillón o silla 20 años, y se planifiquen para una re elección a partir del 2.009 o 2.008 de 4 u 8 años más.
En efecto, esta forma de gobierno y de hacer la política en términos de servicio público, ha permitido que precisamente en los niveles locales, comunales y regionales, los mandatados por sufragio popular terminen construyendo redes de circulación que apoyen una lealtad caudillesca, a-crítica, y con redes de circulación cerradas y adscritas a la trenza o sensibilidad de quien ostenta el poder. En estos contextos, por cierto que la moral se debilita y se relaja, sobretodo la que dice relación con las orgánicas partidarias y sus respectivas militancias ya que obedecen a su caudillo, y no al partido político. También se relajan las que dicen relación con la probidad, si cuando de lo que se trata es de mantener y solventar a cualquier precio al “electo” que ya tiene un poder construido de 16 años con redes de influencia traspasables al gobierno.
Es más, se suma a lo anterior, el debilitamiento de las prácticas de cooptación y surgimiento de nuevos líderes en edad, en eficiencia, o en conocimiento, ya que la emergencia de cualquiera de ellos, se transforma automáticamente en un peligro para la trenza o red de clientela ya construida, lo que implica acciones de aislamiento y exclusión. Poner por lo tanto fin al uso posidetis en el parlamento y no solamente al interior de los partidos, como es el caso del Partido Socialista, obligaría a renovar a los dirigentes, a promover la participación política de las nuevas generaciones, a renovar la ideas y las propuestas a nivel país. Y por cierto, permitiría además que los antiguos políticos con tradición como es el caso de Ricardo Lagos, Patricio Aylwin, José Miguel Inzulsa y tantos otros y otras, encontraran un lugar, un especie de areópago planetario, latinoamericano y nacional de gobierno donde pudieran pensar y entregar sus experticias y maestrías.

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