lunes, enero 01, 2007

Del flower power yuppie: ni tan volado ni tan hippie

La situación que está experimentando el PPD puede ser observada como un hecho de cuyos efectos la opinión pública sabrá a corto, mediano o largo plazo. Y por cierto si los mismos tendrán resonancia y anclaje al interior de la Concertación, a nivel nacional con más de algún eco ciudadano.
En efecto, por razones más bien de peso histórico, resultaba casi una obviedad pensar la posibilidad siquiera que las otras tres organizaciones que la mantienen con vida política y en la gobernabilidad desde 1.990 a la fecha, es decir, el PRSD, el PS y PDC devinieran en una crisis de disciplina con contenidos éticos y morales que pusiesen en cuestión la convivencia comunitaria de la militancia. Es al revés, comenzó y detonó en el PPD por tratarse de una instancia orgánica y política más bien nueva histórica e instrumentalmente, y no de principios, de proyecto país, más allá de la primera forma de democracia de consensos que se asumió.
En este sentido, los partidos políticos "históricos" tienen y tuvieron más "juego de cintura" para capear las turbulencias y conflictos de intereses de las diferentes familias, entiéndase: nepotismos, capitales sociales, tendencias o grupos que se generasen en su interior. Incluso forma parte de su historia, las luchas por los cambios de conducción, y los posteriores alineamientos, de manera tal, que la Concertación como elite y mandarinato se las había arreglado muy bien para "ordenar" a sus huestes cuando problemas insertos en la "ideología de la corrupción" aparecían. Se usa aquí el concepto de ideología no como cultura pues de este modo se le asigna un peso a los comportamientos políticos definidos, y si como “enmascaramiento de la realidad” porque es precisamente aquello lo que se está tratando y se ha tratado de hacer con lo que ha sucedido.
En efecto, y a modo de ejemplo, la emergencia de los operadores políticos como parte de maquinarias electorales internas y externas a los partidos fue aceptado como “un dato de la realidad política” con la cual se “debía coexistir” y no cuestionar en su modus operandi ya en los momentos en que se escogió a Patricio Aylwin y no a Gabriel Valdés como el primer candidato y posterior presidente de Chile al inaugurarse los gobiernos de la coalición exitosa. Este dato y este deber ser de la conciencia concertacionista fue tal vez la primera máscara aceptada y engullida que a estas alturas de la historia: pasó piola.
Por lo mismo que sea el PPD el partido que después de 16 años de gobierno coloque dicha cuestión sobre la mesa tiene un significado distinto de los cuales es difícil medir su onda expansiva, más allá por ahora de la preocupación por el silenciamiento de los errores como la expulsión de Schaulsohn. Sin embargo, hay algunos elementos del conflicto allí transparentado que comienzan a perfilarse como relevantes para la política futura de la coalición de gobierno si este choclo se desgrana subterráneamente. El primero de ellos es la posibilidad de creación de un nuevo referente que siendo concertacionista, se mantenga crítico en relación con la gobernabilidad y el mandarinato construido por la “concertación de origen y clásica” en su sesgo oligárquico, plutocrático, burocrático y de nepotismo burgués.
En otras palabras, es precisamente por su carácter instrumental, de eficiencia y democrático, que un sector del PPD, él que actualmente cuestiona el nudo semántico “lealtad versus probidad”, puede ser capaz de plantearle al resto de sus socios y socias, militantes de base de la concertación que tampoco están satisfechos pero que se han mantenido callados en honor a la disciplina interna de cada orgánica partidaria, un proyecto de país que la elite y el gobierno en sus 4 versiones han sido incapaces de llevar a cabo en tanto transformación. De facto, los dos últimos gobiernos, Lagos y Bachelet hicieron la promesa de campaña de construir equipos, cambiar el juego de las sillitas musicales y no aceptar la repetición del plato. Aspectos que por cierto en el último caso están por verse ya que aún quedan 3 años de mandato. E incluso ya se puede hacer una investigación evaluativa considerando los cargos públicos nominados por la Presidenta en marzo para contabilizar cuanto de aquello fue efectivamente cambiado, y cuanto viene aún del gobierno de Aylwin. Es decir, se puede evaluar el estado de la nomenclatura y de las sillitas musicales.
En el fondo del asunto, efectivamente en el entendido que los chilenos y chilenas hemos resuelto a partir del los 90, que la mejor casa comunitaria construible para vivir es la democracia concertacionista, pudiera suceder que a estas alturas surja un referente desde su interior que se atreva a cortar el hilo o cordón umbilical definitivamente, y construya un proyecto de país para las próximas presidenciales que en principio comience por limpiar, arreglar y reparar. Y en verdad, si de eso se tratara, habrá flower power transversal militante y ciudadano generacional para rato. ¡Que duda cabe!








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