lunes, enero 08, 2007

Rayando la Cancha

El debate sobre las cuestiones relativas a la probidad versus lealtad tiene a estas alturas del verano como correlato al interior de la Concertación, de los partidos políticos, y especialmente de su elite mandarina: la generación de una conversación que toca varios tópicos los cuales, siempre en el horizonte de la ética, la moral y las buenas costumbres de la vida política, buscan construir un marco normativo sobre y en torno a prácticas que han devenido históricamente en “reprochables”, amorales, o inmorales de frentón.
En efecto, teniendo a modo de contexto histórico, la claridad en relación a que: el levantamiento de la derecha política en relación con los problemas de corrupción o corruptela en lo que se ha dado en llamar “ideología” es una estrategia, al modo español, para ver si mediante este subterfugio consiguen destruir la actual gobernabilidad exitosa de la coalición dado que a la fecha no hay propuestas; el punto o los puntos focales sobre los cuales desde dentro y con una perspectiva país se comienza a realizar la revisión son varios, y su dificultad apunta precisamente a configurar un “ámbito” que permita si no legislar, al menos definir lo que aparece como falto a la moral o a la ética en la perspectiva de lo que son y han sido las definiciones y principios de lucha social de los Partidos Políticos, entiéndase, Partido Radical Social Demócrata, Partido Demócrata Cristiano, Partido por la Democracia y Partido Socialista.
En verdad, dicha cuestión se torna más resbaladiza en las apreciaciones y posturas dado que dicho ámbito está tensionado y referido a la vez: a un ámbito de prácticas, a un ámbito teórico crítico ético, a un ámbito de opinión sobre la moral ciudadana y política en general, a un ámbito subjetivo que implica el análisis y examen de la propia conciencia, y a la combinación de todas las opciones anteriores, sin la construcción de un marco especulativo, filosófico, racional y moderno que precisamente permita dilucidar, más allá de la defensa meramente instrumental que cada actor involucrado realice en su defensa o en la de sus intereses. En este horizonte, se corre el riesgo como comunidad de hablantes e interlocutores validados y legitimados entre sí de construir discursividad, pero no inter subjetividad.
Por otra parte, esta forma de conversación de la elite puede profundizar la brecha ya existente entre los actores políticos (elite concertanista) que construyen discursividad, y la ciudadanía. En efecto, lo que aparece a un observador de las prácticas políticas en el ámbito de la opinión general, es decir, en la ciudadanía, como reprochable y sancionable moral y éticamente es la no consonancia ni concordancia entre lo que su sentido común le dice que es, debiera ser y ha sido históricamente ser: socialista, radical, social demócrata, demócrata cristiano y demócrata; con lo que un dirigente, o mandatario de alguno de esos partidos muestra: en su práctica de trabajo, en su estilo o modo de vida, y en su trayectoria espacio temporal de representatividad social y política.
El sentido común que juzga y emite opinión en torno a los políticos lo hace desde un diferencial semántico propio e inserto en su cultura política, por lo mismo e inserto en ella, no le exige a un líder de la derecha que se supone representa los intereses de la derecha empresarial y económica del país, lo mismo que le exige a un dirigente de izquierda o mismo cristiano o de centro, que se supone está comprometido con los trabajadores y las clases medias, el servicio social y público del país. El diferencial semántico es el que establece precisamente la significación y la variabilidad entre el ser de izquierda, centro y derecha o ser concertacionista o pro alianza.
Es cierto que los procesos históricos y sociales, estamos hablando de Chile durante los 16 años de gobierno de la Concertación, pueden modificar esta comprensión en la ciudadanía sobretodo a nivel generacional, pero los electores de un padrón viejo como es el caso del nuestro, tienen en sus constelaciones mentales las diferencias de clase internalizadas, así como las clasificaciones de los gustos, los estilos y los “habitus” y es posible que no hayan construido otra paralaje política.
[1]
Se trata por tanto, y en honor a los compromisos que a nivel de principios las instituciones políticas han establecido en la defensa de un interés general o universal, como puedan llegar a ser la defensa de intereses: medioambientales, democráticos, pacifistas, feministas, o, de la clase obrera, trabajadora, empresarial, del capital, etc., los que construyan los limites del ámbito teórico crítico ético por una parte, asociado al sentido común de la opinión pública ciudadana en beneficio de la lealtad a los mismos por otra. Ellos permitirán evaluar lo reprochable o inmoral de la práctica, podrán hacer de soporte al vaivén a la conversación, y construir inter subjetividad para el análisis de los contenidos subjetivos de cada conciencia moral. Todo lo anterior por sobre los intereses instrumentales subjetivos de la defensa de una posición e interés particular, en un estado o circunstancia también delimitada.
Finalmente, es cierto que la red conversacional permitirá analizar la paralaje política de cada líder, dirigente o mandatario, pero en los contextos culturales descritos cada quién debería ser capaz de sostener: consistencia, coherencia en términos de compromisos, procesos, modos, estilos de vida, proyecto histórico y existencial porque la propia conciencia no puede arrancársele a un sujeto demasiado mas allá de su sociedad.
[1] Slavoj Zizek, 2.006: Ver Visión de Paralaje, Fondo de Cultura Económica Argentina.

1 comentario:

oscam dijo...

Sin duda acordes a vuestra opinión. Que la denominada "ideología de la corrupción" sirva para delimitar el marco o foco en el que se mueve cada partido, y de individualizar y conceptualizar cada personero y su pensamiento.

Una coalición exitosa, como ha osado llamarle, se encuentra frente a ese vacío de la indefinción y el discurso políticamente correcto. La sana práctica política y la mayor aprobación ciudadana sería la ideología de la lealtad y, en especial, de la sinceridad.